Año 2302, la edad de Ga-Ga, descrita por el grupo británico QUEEN en una de sus canciones de los años 80. La música de verdad ha desaparecido. Los ordenadores generan ídolos cibernéticos que infectan las listas de éxitos. Todo intento de recuperar el pasado es sofocado y castigado bajo pena de tortura. Ya no hay instrumentos, ni orquestas, ni grupos, no hay músicos, no hay artistas. Solo productos.

Año 2500, “Un Mundo Feliz” creado en 1930 por Aldous Huxley. Un mundo poblado por criaturas concebidas en probetas, mecanizadas y condicionadas para desarrollar las diferentes tareas para las cuales les ha dado vida esa sociedad, sin que puedan salirse del margen vital establecido. Un mundo concebido por el absolutismo científico que no deja lugar a ninguna manifestación que transgreda lo que se ha planificado de antemano. Tampoco el Arte espontáneo tiene lugar en el “Mundo Feliz” a menos que haya sido creado en un laboratorio.

Año 2005, España, mes de mayo, lugar: diferentes Palacios de Congresos, EL PRESENTE. Más de 21.000 jóvenes esperan más de 11 horas para demostrar en 10 segundos, que sirven para lograr la fama. Un popular concurso de televisión no tendrá ningún pudor en elevar con alas de cera, a los vencedores cual “Ícaros”, hasta el Sol y quedarse impasibles contemplando como se derriten para después caer estrepitosamente como muñecos rotos. Hoy en día para ser artista no hace falta ser creativo, ni estudiar largas horas en una escuela. Solo hace falta salir en televisión. Ser un producto. Ser productivo.

Huxley lo tuvo claro en la primera mitad del siglo XX. Lo que él no sabía es que se equivocaría en casi 500 años.

El futuro que en 1930 imaginó Huxley y la edad Ga-Ga que describieran Queen en los 80, son el presente y lo que podría ser una poderosa herramienta para la conservación y divulgación del Arte se ha convertido en un monstruo capaz de destruirlo.

(Imagen:  ‘The Fall of Icarus’, 17th century, Musée Antoine Vivenel By Wmpearl , via Wikimedia Commons )